Mindfulness, o el arte de ser capaz de ver y observar lo que está delante de nosotros.
Aprendiendo a Meditar…
Me siento a meditar, y me viene a la cabeza Elizabeth Gilbert y su libro “Come, Reza, Ama”, cuando la autora, sin mucho éxito, se sienta a meditar repetidamente, sin logro alguno, durante muchos meses. Al igual que la autora, yo también tengo problemas para meditar. A mí también me traiciona mi mente cuando, por enésima vez, intento sentarme y ponerme en modo mindfulness, que parece, tanta gente, logra sin dificultad.
Pero sé que no soy la única. Hace poco, a una amiga mía que vive estresada, le hablé del mindfulness, y de la falta que le hacía, viendo todo lo que le estaba pasando en ese momento. Pues bien, mi amiga se cogió unas pequeñas vacaciones, en las que se dedicó a ir a la playa a diario, sola, con el fin de desconectar y lograr la paz espiritual que tanto ansiaba. Fueron varios los días en los que me llamó, para decirme que meditar, lo que era meditar, como que no, pero que se había dedicado a ser una mirona en potencia en la pequeña playa, y que ya lo intentaba en otro momento, porque éste, no era su momento.
Y es que meditar, es algo que, como todo, requiere práctica. Recuerdo cuando empecé el año pasado a intentarlo. Mi lugar entonces era el despacho, donde tengo una bonita alfombra que me ha acompañado a lo largo de mis cambios de domicilio. Me sentaba allí, y en un plis plás, mi mente ya estaba divagando, sobre el día que tenía por delante, o cualquier otra tontería que se le ocurriese. Finalmente, me levantaba enfadada, humillada de ver que yo no era capaz de sumergirme en algo tan increíble como la meditación debía de ser.
Fue entonces cuando en unas vacaciones lo intenté en el tren. Creo que hacía años que no me dedicaba simplemente a mirar por la ventana, y a fijarme en el paisaje, algo tan bonito y placentero, y de lo que yo había perdido todo interés. A mi vuelta, un video que una amiga mía me pasó, de Kabat Zinn, uno de los iniciadores dentro del mindfulness, me hizo ver que quizás la postura universal para practicar la meditación no era la mía, y poco a poco, mi mente se dejó seducir por una práctica, que, aunque no cambie tu vida, te hará sentir mejor.
El mindfulness nos enseña a vivir en plena consciencia nuestro presente, a prestar atención a cada momento, pensamiento, emoción que va pasando por nuestro cuerpo en todo momento. Porque seamos realistas, ¿cuántas veces vivimos el presente? Vemos el campo, y no sentimos la naturaleza ni la dicha de poderlo contemplar. Vemos el amanecer, pero no sabemos estar agradecidos porque un nuevo día está por llegar, y tenemos la suerte de poderlo contemplar. ¿Cuántas veces somos capaces de sentir el amanecer a través nuestro? ¿o de sentir el poder de la naturaleza a través de nosotros? Pocas o ninguna.
La liberación de vivir el presente, sin juzgar nada ni a nadie, y sin pedir nada a cambio, no es tarea fácil. Sin embargo, practicar la meditación con mindfulness es lo que puede darnos un mejor balance interno, e incrementar nuestra calidad de vida. En los últimos tiempos, es sabido que cuerpo y mente van de la misma mano, y lo que aplicamos a uno de ellos, va a derivar en el otro inmediatamente, por eso todo nuestro estrés y problemas emocionales acaban dañando nuestro cuerpo, al igual que el cómo tratamos nuestro cuerpo, acaba dañando nuestro interior.
La meditación no es algo fácil. Estamos tan acostumbrados a dejar que nuestra mente vague por donde literalmente, le dé la gana, que intentar dominarla, intentar dejarla en blanco y que su única función sea relajarse y pensar en el momento presente, es difícil no, lo siguiente. Pero, como todo lo que uno se propone, se puede conseguir. Hay que dedicarle un poco de tiempo, y al final, los resultados, salen.
No hay nada que nos garantice que vamos a tener una vida llena de dicha y de sensaciones maravillosas, pero el cómo reaccionemos a lo que nos va pasando por nuestro camino, hará que el camino sea mejor o peor. Reaccionar siempre con rabia, sin aceptar lo que tenemos, y que hay cosas que no están bajo nuestro control, nos va a llenar de dolor, y no necesariamente nos va a ayudar a tener una vida más placentera. Por el contrario, una actitud positiva, aceptando las cosas tal como vienen, harán que nos carguemos con menor energía negativa, y, por ende, nos facilitará nuestra existencia.
Si algo me ha enseñado el mindfulness, es que no puedo controlarlo todo; por mucho que lo intente, por mucho que organice mi futuro y cómo quiero vivir, no hay nada firmado ni seguro en la página siguiente de la historia de mi vida, por lo que no hay motivo para preocuparme de lo que todavía no ha pasado. Lo mismo ocurre con el pasado: el pasado, pasó, no puedo cambiar ni una coma de lo que hice o no hice antes, así que lo mejor es dejarlo, perdonarme lo que hice mal, felicitarme por lo que hice bien, y seguir adelante. Así, sin más. Ahí está la base de todo…
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