Son las 7 de la mañana cuando empezamos el recorrido por las calles de Seúl. La salida del metro nos ofrece un espectáculo lleno de rascacielos, pantallas gigantes por doquier y el diseño más vanguardista en todos sus edificios, objeto de estudio seguramente de más de un arquitecto. Si alguien ha estado en Chicago, ahora diría que ha vuelto allí, solo que con calles más limpias, menos contaminación y población oriental. Aquí no te atreves a tirar un papel al suelo: en ningún lugar. Esta todo demasiado pulcro para llegar tu como guiri y cambiar los cánones de su población.
El nivel de vida es mucho más elevado que en España. El objeto preferido de los usuarios de metro son la Playstation, los móviles y cualquier tipo de ordenador minúsculo que les permita ver una peli mientras llegan a su destino.
La gente es muy amable, elegante al vestir (la mayoría de chicas visten con falda y zapatos de fino tacón), y poco queda de los típicos adornos horteras que vemos a menudo en asiáticos. Otro objeto curioso son los baños electrónicos, en casi todos los baños públicos. Y luego está el tema de la comida. Apta para probar cosas y no saber que es lo que estás comiendo. Existe gran variedad de pescado, arroz y pasta, pero de todos modos todavía no se que hay más, si Pizza Hut, Mc Donalds o Starbucks. O sea, que se puede no pasar hambre.
El frío es lo unico que no me ha cautivado de esta ciudad. Es brutal. Parece reirse de mis multiples capas de ropa, metiéndose por todos lados. Por el resto, es la ciudad asiática más segura en la que he estado. Me ha cautivado de verdad.
Para empezar, hemos hecho uno de los paseos recomendado por la Lonely Planet, y que vale bastante la pena, sobre todo porque puedes ver todos los edificios del centro y todos la zona más tradicional de la vieja ciudad. Para terminar, una subida con el teleférico a la colina que domina la ciudad es una agradable excursión. Ya arriba, la panorámica es impresionante, y otra cosa curiosa es la historia de los candados.
Existe una pared repleta de candados. Algunos incluso con fotos. Son las muestras de amor que se hacen los coreanos enamorados, que suben hasta arriba para poner un candado que selle su amos. Por la tarde, nos enteramos de que parece que lo quieren prohibir, porque hay tantos que afecta a las vistas de la ciudad.
Otra cosa a visitar son los palacios de Seúl. Aunque de vez en cuando aparecen templos entre los edificios, existen 5 templos a visitar en Seúl, aunque la mayoría son repetitivos y solo hay dos importantes, el Changgyeokgung y el Gyeongbokgung. Optamos por visitar el primero.
La visita a este templo debe hacerse con guía obligatoriamente, y solo hay tres pases en ingles. El nuestro fue a las 15,30. La guía, tiene aprendido lo que tiene que decir, y aunque el lugar es muy bonito y merece una visita, no creo fuéramos menos de 100 personas. A pesar de ello, la visita nos gusta mucho, y nos parece un imprescindible si se va a Seúl.
Por la noche, cena con Jee, su mujer y su hijo. Jee es el amigo coreano de nuestro compi de viaje. Un tío genial que nos lleva a un restaurante típico de aquí, donde no se lo que como, aunque se que he comido ostras, tofu con sésamo (de lo menos extraño) y unos frutos rebozados con algo. De todos modos, recomendable. Por desgracia no tengo fotos para inmortalizar esta cena…
Seúl es una ciudad que tiene el magnetismo de hacerte sentir bien. Hay capitales que son frías, anónimas. No voy a decir que los coreanos son abiertos porque no lo son, pero su tremenda educación y paz interior hacen que visitar este país te proporcione paz a tí también. Muchas veces visitamos lugares donde ya visitados, no nos planteamos volver. Seúl es de esos sitios donde si que te merece la pena repetir… Seguimos nuestro viaje…
Cuando empecé a viajar, hacía ya mucho tiempo que quería hacerlo, pero no sabía cómo ni cuándo. Solamente un pequeño empujón hacia Laos, y mi destino estaba claro: mi vida era viajar… con el tiempo, me he dado cuenta de nada te aporta tanto, te enseña tanta humanidad y te otorga tanta comprensión, como el viajar. Cada viaje te acerca a una cultura y personas distintas, pero que al final, son tan humanos como tú. Los viajes son una lección de vida, así que cuando empieces, no volverás a ser la misma persona, no lo olvides…
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