Por qué a las mujeres les gusta viajar.
Si hay algo en lo que todos coincidimos, es en el espíritu nómada viajero en nuestro interior. El ser humano es nómada de por sí, aunque las mujeres, somos más intrépidas. Según un estudio de Nature, ya lo éramos hace dos millones de años Quizás por eso, seguimos siendo nosotras las que ganas tenemos siempre de hacer la maleta y desaparecer.
En los siglos pasados, una mujer viajando sola o en grupo era algo inadmisible, aunque hubo muchas que se saltaron convencionalismos y dieron un paso adelante, como Egeria, la viajera religiosa, Isabella Bird, la viajera escritora, o Annie Londonderry, que viajaba con su bicicleta… son muchos los ejemplos de mujeres que hicieron lo que realmente les apetecía y pasaron olímpicamente del qué dirán.
Aunque hoy en día ya va siendo más habitual ver a una mujer viajando sola, todavía existen muchos tabús, muchos comentarios del tipo “no puedes viajar porque eres mujer”. Por suerte, los tiempos cambian, y hay que mirar hacia adelante y darse cuenta de que la etiqueta de “ser mujer” empieza a estar obsoleta, sobre todo en una sociedad donde la mujer cada vez es más independiente, decide más por sí misma, y tiene mayor poder de decisión. Por ello, os dejo algunos motivos por los que deberías considerar el hacer un viaje sola una vez en tu vida.
Razones para viajar sola.
– Olvidarte de contar calorías. Si, aunque no lo creas. Todavía no he conocido a una mujer viajando sola y contando calorías. Al viajar sola, normalmente comerás solamente cuando tengas hambre. Dependiendo de según qué destinos, comerás lo que te apetezca, y en general, adelgazarás.
– Por el subidón de adrenalina que vas a sentir. Viajar sola te hace darte cuenta de la cantidad de cosas que puedes hacer. Nuestra autoconfianza se triplica, y volvemos más reforzadas que cuando dejamos nuestra casa. Si por algo vale la pena viajar sola, es por lo bien que nos sentiremos al volver.
– Descubrirás tus recursos. A menudo, experimentamos experiencias en nuestros viajes, que nunca se nos hubiesen ocurrido hacer en nuestra rutina diaria. También nos encontramos en situaciones que tenemos que resolver rápidamente, como el perder un tren y tener que averiguar los autobuses, dormir donde no teníamos pensado hacer noche, o tener que elegir en el último momento de qué lugar del viaje prescindimos, porque no tenemos tiempo para todo. Estas experiencias hacen que multipliquemos nuestros recursos, y que nos hagamos más fuertes por dentro.
– Tú eliges tu destino. No viajas donde otros te dicen, sino donde realmente te apetece ir. De nuevo, incrementas tu autoestima.
– Viajar sola es una manera de conocerte mejor a ti misma. Hace poco leí el libro de Manuel Leguineche “El camino más corto”, y debo decir que es verdad, el camino más corto para conocerse a una misma es viajando.
– Hay gente buena en el mundo. Desde siempre, nos inculcan que todo lo que sea salir de nuestra ciudad es peligroso, que nos va a pasar algo; cuanto más viajas, más te das cuenta de que hay gente mala, por supuesto, como en nuestras ciudades y pueblos, pero hay mucha más gente buena que mala, y siempre hay alguien dispuesto a echarte un cable.
Uno de los lugares donde más arropada me he sentido y más protegida, ha sido China, lugar que a muchos les causa respeto y donde piensan que el idioma va a ser un obstáculo para comunicarse.
En uno de mis primeros viajes, buscaba una dirección e intenté preguntar: nadie me entendía, pero todos me dirigían a un lugar. Al final entendí, me llevaban a alguien que ellos sabían hablaba inglés, para que me pudiese ayudar. Así, podría contar muchas anécdotas de este país y de sus gentes, y todas buenas.
– Experimentar el silencio. Quizás más necesario para aquellas mujeres que tienen niños, y que buscan un día de libertad, un tiempo para ellas mismas. Aquellas viajeras solas que viven en las capitales, tampoco conocen mucho de un día en silencio. Viajar a destinos sola te otorga ese privilegio.
– La importancia de las pequeñas cosas.
Una puesta de sol, la sonrisa de un niño al que le pareces rara y te mira con curiosidad, encontrarte de repente en medio de un partido de fútbol en una aldea perdida de Asia, una cerveza bien fría después de un día de calor sofocante y de una caminata por los campos de arroz… son pequeñas cosas que hacen el viaje más auténtico e intensifica cada momento vivido.
– Darte cuenta de lo poco que necesitas para vivir.
Cuando viajé a la India, recuerdo que me sobró la mitad de la ropa que llevaba en mi maleta. Al volver a casa, no entendía cómo podía tener tantos potingues en el baño (y eso que soy de pocos). Ahí me di cuenta de que había estado 20 días utilizando el champú que me compré allí para todo, y sin problema, no me había hecho falta nada más.
Te podría dar muchas más razones, pero si eres tú la que lo experimentas, encontrarás las tuyas, y serán más personales. Solamente te animo a ello. Un saludo.
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